Opinión: “Descarbonización: el Estado no debe dar señales confusas” por Francisco Martin, CEO Grupo SunRoof
La decisión de permitir que una termoeléctrica quemase las 94 mil toneladas de carbón en stock para “acelerar” su cierre voluntario es una señal errada, tanto por sus implicancias en materia sanitaria para los habitantes de la ciudad afectada, como por las repercusiones para aquellas generadoras de energía solar que debieron botar su energía a la basura producto de esta autorización.
Pese a los esfuerzos de naciones, el sector privado y la sociedad civil, el cambio climático sigue apremiando a la humanidad, con récords de temperaturas y nuevas catástrofes naturales en Chile y el mundo: olas de calor, inundaciones, incendios y sequías parecen ser parte de la nueva normalidad que el calentamiento global nos ha impuesto.
Sabemos que los Estados y muchos sectores industriales están intentando corregir el rumbo, pero pareciera que se hace urgente pisar el acelerador en algunas medidas, donde, una de las más relevantes es la descarbonización de nuestra economía.
Somos testigos de cómo la generación energética está migrando hacia las ERNC y cómo miles de compañías están optando por matrices limpias, tanto por las obligaciones que impone el Plan de Descarbonización del Ministerio de Energía, como por la importancia de ser parte de las soluciones y lo que ello implica para la reputación de las empresas.
Pero para que estos esfuerzos sean efectivos y nos conduzcan al futuro que anhelamos para Chile, el Estado no puede entregar señales confusas: la decisión de permitir que una termoeléctrica quemase las 94 mil toneladas de carbón en stock para “acelerar” su cierre voluntario es una señal errada, tanto por sus implicancias en materia sanitaria para los habitantes de la ciudad afectada, como por las repercusiones para aquellas generadoras de energía solar que debieron botar su energía a la basura producto de esta autorización.
Espero que, en el marco de la conmemoración del Día de la Tierra (una fecha para reflexionar sobre cómo podemos generar instancias para proteger al planeta), se avance en la creación y modificación de normativas para que estos sinsentidos no vuelvan a ocurrir. La lucha contra la crisis climática no puede estar abierta a excepciones, ni arbitrariedades.
Pese a los esfuerzos de naciones, el sector privado y la sociedad civil, el cambio climático sigue apremiando a la humanidad, con récords de temperaturas y nuevas catástrofes naturales en Chile y el mundo: olas de calor, inundaciones, incendios y sequías parecen ser parte de la nueva normalidad que el calentamiento global nos ha impuesto.
Sabemos que los Estados y muchos sectores industriales están intentando corregir el rumbo, pero pareciera que se hace urgente pisar el acelerador en algunas medidas, donde, una de las más relevantes es la descarbonización de nuestra economía.
Somos testigos de cómo la generación energética está migrando hacia las ERNC y cómo miles de compañías están optando por matrices limpias, tanto por las obligaciones que impone el Plan de Descarbonización del Ministerio de Energía, como por la importancia de ser parte de las soluciones y lo que ello implica para la reputación de las empresas.
Pero para que estos esfuerzos sean efectivos y nos conduzcan al futuro que anhelamos para Chile, el Estado no puede entregar señales confusas: la decisión de permitir que una termoeléctrica quemase las 94 mil toneladas de carbón en stock para “acelerar” su cierre voluntario es una señal errada, tanto por sus implicancias en materia sanitaria para los habitantes de la ciudad afectada, como por las repercusiones para aquellas generadoras de energía solar que debieron botar su energía a la basura producto de esta autorización.
Espero que, en el marco de la conmemoración del Día de la Tierra (una fecha para reflexionar sobre cómo podemos generar instancias para proteger al planeta), se avance en la creación y modificación de normativas para que estos sinsentidos no vuelvan a ocurrir. La lucha contra la crisis climática no puede estar abierta a excepciones, ni arbitrariedades.