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Opinión: “Día de la Tierra: se acabó el tiempo, estamos llegando tarde”

Ya no es posible separar la realidad planetaria de la realidad de nuestra especie y de las sociedades humanas que hemos conformado. Estamos fracasando en el respeto a los derechos humanos, en la convivencia democrática, y en ajustar nuestra huella ecológica para proteger la biósfera de la que dependemos.
No obstante, las utopías y la esperanza de que podríamos restaurar la degradación del planeta que nos alberga y alimenta, la conmemoración del Día de la Tierra es sombría y presenta pocas perspectivas.

Varias naciones se encuentran enfrentadas en conflictos bélicos, donde la dominación constituye formas de genocidio y destrucción masiva de comunidades y naturaleza, sin que las instituciones para la gobernanza internacional hayan actuado efectivamente para revertirlas; lo que ha generado mayor impotencia y desolación, en una población mundial ya horrorizada.

Desde la latitud planetaria que se la mire, la perspectiva muestra destrucción, sufrimiento e incertidumbre. Ya no es posible separar la realidad planetaria de la realidad de nuestra especie y de las sociedades humanas que hemos conformado. Estamos fracasando en el respeto a los derechos humanos, en la convivencia democrática, y en ajustar nuestra huella ecológica para proteger la biósfera de la que dependemos.

La triple crisis climática, hídrica y de extinción de biodiversidad sigue profundizándose; y ¡estamos llegando tarde! Cada año en verano e invierno respectivamente aumentan los incendios e inundaciones en todos los continentes y se agravan los impactos sobre la naturaleza y las vidas humanas. La semana pasada vimos grandes inundaciones en modernas ciudades como Dubái, y simultáneamente calores extremos (sobre 45ºC según World Weather Atribution) en Mali, Nigeria, Guinea, Senegal y otras naciones del Sahel africano con cientos de muertos. Las evidencias sobre impactos locales y nacionales escalan y se multiplican, configurando una cotidianidad catastrófica para miles de ecosistemas, comunidades y para los países más pobres y vulnerables. Los fenómenos de eco-ansiedad en aumento, tienen un claro fundamento.

En países como Chile el futuro no es nada auspicioso. Además de mayor calor, incendios e inundaciones, nuestro país, que desde 2010 sufre un estrés hídrico muy alto (consume 40% del suministro de su disponibilidad hídrica según el World Resources Institute,) va a sufrir un estrés extremadamente alto en 2040, periodo en que utilizará el 80% de sus recursos hídricos disponibles. Por ello, es el país con mayor vulnerabilidad hídrica en América del Sur.

La data global presenta el mismo correlato de aumento de impactos ambientales sistémicos. Agencias meteorológicas, como la europea Copérnicus, ha difundido esta semana evidencia sobre la superación de los 1,5 grados C, que fue el límite acordado hace casi una década por los países en el Acuerdo de París. Copernicus informa, que la temperatura media durante 2023 se incrementó en un promedio de 1,6 ºC, respecto del promedio preindustrial (1850-1900). Estamos frente a una evidencia que no queríamos que ocurriera, pero que hicimos poco por evitar.

Conmemorar el Día de la Tierra, todos los 22 de abril, en el contexto de estas evidencias, nos impulsa a hablar menos y hacer más; a ir más allá de los discursos y compromisos gubernamentales, y a evaluar lo que podemos hacer como individuos y organizaciones ciudadanas a nivel profesional, cultural y político para revertir en parte el fracaso en las metas ambientales y climáticas oficiales. Ya no hay tiempo que esperar, no hay otro planeta Tierra.