Estudio: "Parques de Papel’ y conservación efectiva" por Hernán Mladinic, Representante en Latinoamérica de La International Land Conservation Network
Algunos sostienen que la existencia de parques de papel es un fracaso en sí misma, ya que implica una brecha entre la intención y las acciones necesarias para salvaguardar los recursos naturales. Sin embargo, es crucial reconocer la importancia de asegurar un área, incluso si el trabajo de conservación en dicha área está inactivo.
“A veces, los parques nacionales pueden parecer tan imperfectos como excepcionales. El punto es que son todo lo que alguna vez tendremos”, Alfred Runte, National Parks: The American Experience.En el complejo panorama de la conservación ambiental, el concepto de “parques de papel” se ha convertido en un tema de discusión. debate y escrutinio. Acuñado para describir un parque nacional u otra área protegida que existe legalmente, en el papel, pero que carece de gestión activa o supervisión, estos parques a menudo enfrentan críticas por su percepción de ineficacia para lograr los objetivos de conservación. Sin embargo, un examen más detenido puede revelar que los parques de papel, a pesar de sus limitaciones, pueden ser un paso crítico e inevitable para asegurar la conservación a largo plazo.
La conservación de la tierra es un proceso desafiante, plagado de retos, independientemente de los mecanismos que se utilicen. El proceso de designación de un área como zona protegida significa sortear obstáculos legales, técnicos, políticos y socioeconómicos. Por tal motivo, históricamente todos los países han experimentado dificultades para establecer sus primeros parques nacionales, ya que los gobiernos suelen enfrentar la oposición inicial de comunidades locales, grupos de interés u otros grupos políticos que ven la creación de áreas protegidas como una condena a la inactividad productiva de dichos territorios y una postergación del desarrollo económico.[1]
Algunos sostienen que la existencia de parques de papel es un fracaso en sí misma, ya que implica una brecha entre la intención y las acciones necesarias para salvaguardar los recursos naturales. Sin embargo, es crucial reconocer la importancia de asegurar un área, incluso si el trabajo de conservación en dicha área está inactivo.
La primera ventaja de los parques de papel reside en la protección jurídica. La designación formal de un parque establece un marco legal, marco que reconoce la importancia ecológica de un área específica, así como el compromiso político o voluntad de protegerlo. Este estatus legal disuade amenazas inmediatas como la presión inmobiliaria e industrial, o la extracción de recursos. Sin estas salvaguardias, las áreas son más vulnerables a la explotación y al desarrollo no regulado que puede tener consecuencias irreversibles para la biodiversidad y la salud de los ecosistemas.
Los “parques de papel” también tienen límites legalmente definidos que son parte integral del trabajo de conservación. Por lo tanto, las áreas sin protección oficial están mucho más lejos de una conservación efectiva que las tierras legalmente protegidas, pero insuficientemente gestionadas.
Establecer un parque también ofrece una ventaja estratégica para la planificación de la conservación a largo plazo. Si bien las limitaciones financieras o políticas inmediatas pueden complicar la gestión activa, una base jurídica abre la puerta a un progreso incremental. Los “parques de papel” crean esta base, que puede conducir, con el tiempo, a una conservación más eficaz a medida que haya recursos disponibles. De hecho, la historia de la creación de parques nacionales en Chile nos muestra que estos fueron designados a partir de la la oportunidad, la pertinencia, o la convicción y la voluntad política, no a la existencia de un presupuesto previamente acordado. Estos fondos fueron proporcionados ex post, a medida que dichas áreas protegidas se consolidaban. Fruto de este trabajo que se apronta a cumplir un siglo, actualmente Chile cuenta con una red de Áreas Silvestres Protegidas del Estado, con 108 unidades, que corresponden al 21,3% de su territorio continental (18.9 millones de ha).
Esto no significa desestimar ni restar apoyo a la Lista Verde de Áreas Protegidas y Conservadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), programa creado el 2012 como una manera de apoyar a gobiernos y actores con el objetivo de proporcionar un estándar global para mejorar la gestión y efectividad de las áreas protegidas, que incluye criterios como gobernanza, equidad, diseño, planificación y uso sostenible. Actualmente, 61 áreas protegidas de 57 países del mundo integran la Lista Verde de la UICN, ninguna de ellas en Chile. Aunque el país ya a ingresado los parques nacionales Vicente Perez Rosales y Cerro Castillo a este proceso. Pero este sistema de certificación sólo es relevante si aquellas áreas están formalmente creadas.
Sin protección legal, un área protegida no puede gestionarse eficazmente, ya que no existe un marco para implementar políticas de conservación, hacer cumplir las regulaciones o asegurar financiamiento. La protección legal es la puerta de entrada a un área bien gestionada y los “parques de papel” sirven como marcadores de posición para futuras acciones de conservación.
Establecer un parque también ayuda a generar apoyo público e internacional para las iniciativas de conservación. Reconocer el valor ecológico de un área a través de su designación oficial puede atraer atención y financiamiento de organismos gubernamentales, organizaciones sin fines de lucro y agencias internacionales. Este apoyo es fundamental para transformar gradualmente un “parque de papel” en un área protegida y gestionada de forma eficaz.
Algunas personas sostienen que los parques de papel imponen la carga de la conservación a las generaciones futuras. Si bien esta perspectiva tiene algo de verdad, es esencial reconocer que los recursos limitados y los desafíos políticos son una realidad. Incluso la protección legal simbólica crea una base para esfuerzos futuros, asegurando que la puerta a la conservación permanezca abierta.
El debate sobre los parques de papel debería enmarcarse en las complejidades inherentes a la conservación. Si bien el término tiene una connotación negativa, establecer un parque de papel es mejor que abandonar una zona completamente vulnerable al desarrollo no regulado. La protección legal es el primer y fundamental paso hacia una conservación efectiva y proporciona una plataforma para la gestión futura, pues no hay parque peor gestionado que aquel que no se tiene. A través de la movilización gradual de recursos, la conciencia pública y el apoyo internacional, los mal llamados parques de papel pueden evolucionar hacia áreas prósperas y activamente protegidas, asegurando la invaluable biodiversidad y los ecosistemas que albergan.
[1] Áreas Protegidas y Desarrollo Productivo , Susana Jiménez S., Abril 2011 Serie Informe