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Organización ambiental internacional evalúa la ley que prohíbe bolsas plásticas tras seis años de ser concretada en Chile: “Aumentó la conciencia ambiental, pero falta fiscalización”

El sábado 3 de agosto se conmemoró un nuevo aniversario de la entrada en vigencia de la Ley 21.100, también conocida como “Chao bolsas plásticas”, que prohibió la venta y distribución de estos productos en los comercios de nuestro país.

Con el objetivo de proteger al medio ambiente de las consecuencias por el uso indiscriminado del plástico, en 2018, el Estado de Chile fue el primero en Latinoamérica en prohibir la venta y distribución de bolsas fabricadas en un 50% o más, de materiales derivados del petróleo.

El sábado 3 de agosto se cumplieron 6 años de este hito, en los que desde Greenpeace destacan que “hemos visto una transformación en la conciencia ambiental en nuestro país. Por un lado, el comercio avanzó en ofrecer alternativas reutilizables, más sustentables, y por otro, los consumidores adoptaron nuevos comportamientos de compra, trayendo y llevando sus propios embalajes”, destaca Silvana Espinosa, vocera de la organización ambiental.

Sin embargo, la representante de la ONG en Chile, reconoce que faltan avances. “Mientras nos esforzamos en llevar la bolsa reutilizable al supermercado, nos encontramos con que todos los productos de las góndolas están envasados en plástico. Lo que, a todas luces, presenta una contradicción. Y así, se pueden encontrar un montón de otros casos dentro del comercio”, asegura.

Impacto
Sobre el impacto de este material, explica que su degradación es lenta, lo que deriva en que estén por siglos liberando sustancias químicas tóxicas en el agua y el suelo. “Además, en su descomposición, se fragmenta en microplásticos, perpetuando esta contaminación e infiltrándose en toda la cadena alimentaria”, cuenta.

Esto lo ejemplifica de la siguiente manera: “En los diferentes animales, terrestres y marinos, este material se transfiere mediante las cadenas tróficas de un organismo a otro, en la relación presa-depredador. Es decir, el plástico, persistente y duradero en su composición, no se degrada junto con la digestión y se traspasa al siguiente cuerpo, en un círculo de contaminación sin fin”.

Este fenómeno ha sido observado en focas, bivalvos, crustáceos, aves marinas, entre otras muchas especies, “que incluso mueren de hambre por no tener espacio en sus estómagos, ocupados por el plástico”, asegura Espinosa.

Los humanos tampoco están a salvo. “Somos una especie más dentro de la cadena alimentaria, por lo que estamos igual de expuestos que el resto de los animales. Sin ir más lejos, distintos estudios científicos han hallado microplásticos en el tejido de distintos órganos, como el cerebro o la placenta”, afirma la vocera de Greenpeace en Chile.

El llamado a la responsabilidad
De ahí, que el llamado de la organización ambiental sea a que las empresas dedicadas a la producción y distribución de este tipo de bolsas, reconozcan su responsabilidad en la crisis ambiental. “Cada decisión corporativa, desde la fabricación hasta la distribución, impacta directamente en la cantidad de plástico que termina en nuestros ecosistemas y nuestros cuerpos”, dice su vocera.

Por otro lado, la recomendación a los ciudadanos, es a preferir alternativas reutilizables, reducir el uso de plásticos y participar activamente en programas de reciclaje. “Con todas estas acciones esperamos que se contribuya a la protección del medio ambiente, lo cual impactará directamente en nuestra calidad de vida y salud”, sentencia Espinosa.